Sepúlveda se encuentra situada entre los ríos Duratón y
Caslilla. Es el pueblo con más riqueza histórica del entorno. Su situación
estratégica, en las faldas del Sistema Central, ha condicionado su carácter
belicoso y guerrero. Los restos de la muralla que circundaba la ciudad así lo
atestiguan.
En un principio los arévacos construyeron un castro donde
habitaban y vigilaban las internadas de los vacceos a su territorio. El Duratón
marcaba por entonces la frontera entre un pueblo y otro.
Posteriormente, fueron los romanos quienes residieron y
comenzaron a levantar la villa. Para ello construyeron una muralla que
circundaba la ciudad, provista de siete puertas de acceso al interior. Parece
ser que el nombre de la villa procede de la cuantía de estas: Setempublica. Hoy
en día solo quedan en pie cuatro de ellas: la del Río, dando entrada al barrio
de San Esteban, en la que hay una hornacina de la Virgen de las Pucherillas; la
de la Fuerza, cercana al Santuario de la Virgen de la Peña y vigilando los
movimientos del Duratón; la de Duruelo, a las afueras del pueblo y próxima a la
parroquia de San Andrés; y por último la de Ecce – Homo o el Azogue, integrada
hoy en los laterales de una casa dando paso al barrio de San Justo. Las otras
tres puertas se perdieron a causa de los enfrentamientos con los sarracenos y
el posterior deterioro.
Otras muchas construcciones fueron levantadas durante esta
época. Puentes como el de Talcano, situado cerca de la fábrica de la luz, del
que hoy queda nada más que un arco, que nos permite la entrada al cañón; y el
puente de Picazos, al que se accede por la calzada romana que parte de la
puerta de la Fuerza, son otros ejemplos que han perdurado hasta nuestros días.
Cuando los visigodos ocuparon la antigua villa romana la
convirtieron en una gran ciudad. Las numerosas sepulturas encontradas en
Sepúlveda y, sobre todo, en el pueblo de Duratón corroboran este hecho.
Dejemos de lado la historia para interesarnos por el arte.
Desde la época medieval, y con el impulso de la reconquista cristiana, se
fueron construyendo un gran número de iglesias. De las quince que se levantaron
apenas quedan siete enteras o con algún resto de lo que fueron. De entre todas
ellas, destacan:
- San Bartolomé, a la que se accede por una escalinata que sube desde la Plaza Mayor. Tiene planta rectangular y un ábside curvo, y está adornada en su interior con diversos retablos barrocos en los que se recogen numerosas figuras, como la Virgen de los Sucesos o San Bartolomé.
- El Salvador, la más majestuosa de todas. Constituye una muestra de arquitectura románica excelente, con una armonía de sus elementos y una perfección en su estructura dignas de elogio. Consta de una nave rectangular, con techo de bóveda de cañón, y un ábside semicircular. La torre se halla separada de la nave principal y se accede a ella por un pequeño pasadizo. En un capitel de la misma aparece esculpida una copia de los arcos de herradura de la Cueva de los Siete Altares.
- Santiago, en la que se halla ubicado el Centro de Interpretación de la Naturaleza del Parque. Fue restaurada hace pocos años para este fin. Presenta planta rectangular, con cubierta de par y nubillo, puerta renacentista y ábside semicircular morisca. Según algunas investigaciones, podría tratarse de la primera iglesia románica que se construyó en la cuenca sur del Duero.
- Santuario de la Virgen de la Peña, lugar de oración y adoración tradicional de Sepúlveda. Posee igual planta que la iglesia del Salvador, pero su interior goza de mayor ornamentación, destacando la presencia de un retablo, obra del escultor Churriguera, y de numerosas esculturas y figuras ornamentales.
Además de las iglesias, la muralla medieval y sus puertas,
Sepúlveda exhibe un muestrario de casas blasonadas, de rincones encantadores
como el Jardín de la Señora o el Rincón de Eulogio Horcajo, de casas colgadas,
de estrechas e idílicas calles, de fachadas con balcones, que podemos ir
descubriendo paso a paso durante un recorrido turístico.
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