miércoles, 20 de noviembre de 2013

Historia de Begur

El lugar aparece documentado en la era cristiana a finales del siglo IX. El nombre de Begur es, sin embargo, posterior; surge dos siglos más tarde vinculado a su castillo, al que la población rindió vasallaje hasta 1604.



Que ver en Begur

La situación de Begur, ocultándose de la costa tras el Monte de Son Ric, de 220 metros de altura, es típica de los enclaves de este litoral castigados durante siglos por la piratería, lo que lo hace un lugar muy interesante para realizar ecoturismo.

Emblemáticas son también las construcciones que la defendieron de esas incursiones: el castillo sobre la cima y cuatro torres defensivas que se alzan sobre el apretado urbanismo de la villa, más una quinta que permanece en una masía a las afueras. Restos que permiten hacerse una idea de la estampa que deció presentar la antigua Begur.

El Castillo de Begur, del siglo XI, estuvo erguido sobre la roca, con la que todavía se funden los muros que se mantienen en pie. Pocos vestigios quedan de esa primitiva fortificación, y la distintas reformas hacen díficil además datarlos. Apenas se conserva el basamento de la cera, que se ha almenado modernamente para ornamentar el mirador actual y una torre circular.

En esta cumbre de prodigiosas vistas existió un castro prerromano y un asentamiento romano. De las 10 torres de defensa que están documentadas, se pueden contemplar aun 5, también de planta circular y provistas de saledizos y matacanes. Se permitió su construcción a partir de 1577, cuando el castillo resultaba insuficiente para las guardar las masías que en la época debían estar dispersas por la ladera.

De las calles de Begur el paseante encuentra sencillas y bonitas casas populares junto a algunas de carácter señorial, aunque todas ellas muestran una especial afición a proveerse de galerías corridas decoradas en ocasiones con curiosos frescos de aire neoclásico. 

Junto a las torres se eleva también sobre los tejados  la iglesia de Sant Pere, obra de gótico tardío.

Los alrededores de Begur

La costa de Begur es sin duda una de las que más prestigio han alcanzado en la costa brava. Una suerte de anfiteatro montañoso cobija las sucesivas calas en las que el Mediterráneo se remansa. El litoral begurense se inicia, al sur, en la Cala de Cabres, límite con el municipio de Palafrugell. en esta zona muy accidentada, con agrestes peñascos y algunas cuevas marinas, como la cava d´en Gispert, accesibles unicamente con pequeñas embarcaciones.



La Punta des Mut cierra a continuación la espléndida Bahía de Fornells, que concluye, al norte, en los impresionantes acantilados de Cap de Begur. La bahía desdobla en sendas playas, Aiguablava y Fornells, pequeñas calas de gran belleza donde la densa arboleda parece querer reflejarse directamente sobre las aguas diáfanas y brillantes. Aiguablanca conserva un encanto especial, una atracción extraña.



En la montaña de Ses Felugues, al oeste de Aiguablanca se han descubierto dos cuevas prehistóricas (datadas hacía el 2000 a.C) que fueron excavadas en la roca. A la altura de Cap de Begur la costa se torna de nuevo agreste y escarpada hasta la punta del Plom, que cobija una nueva serie de pequeñas calas como las de Sa Tuna, Aiguafreda o Ses Negres.

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